Pero me parece creciente y hasta decididamente preponderante ya la tendencia a la enseñanza histórica y textual de la filosofía. Las variantes no históricas enumeradas incluyen todas partes históricas que llegan en casos a equilibrarse con las otras y a dar al conjunto un carácter sistemático-histórico. Las variantes históricas han venido extendiéndose e imponiéndose.
La enseñanza universitaria de la filosofía gravita en torno a la Historia de la Filosofía, si es que no se reduce a ésta. Los cursos de las distintas disciplinas filosóficas versan en buena porción y hasta exclusivamente sobre los filósofos clásicos y contemporáneos, cuyas obras se leen y comentan en la clase, como en los cursos de Historia de la Filosofía, y difícil en todos los casos, imposible en muchos, advertir ni señalar diferencia alguna entre la manera de tratar a los filósofos en los cursos de aquellas disciplinas y en los de esta Historia, ni entre la manera de tratar a los clásicos y la de tratar a los contemporáneos. En fin, se ha acabado por afirmar explícita y resueltamente que la Historia de la Filosofía es el órgano, como de la filosofía misma, afirmación hecha ya con anterioridad , de la iniciación en ella, y que a esta iniciación es inherente la lectura de los textos mismos de los filósofos .
Ahora bien, la enseñanza de la filosofía, la transmisión didáctica de la filosofía, es parte de la trasmisión histórica de la filosofía, de la historia de la filosofía, y en la medida en que la filosofía es, según veremos, su historia, parte de la filosofía misma, como, por lo demás, lo prueban irrefragablemente los claros -en todos sentidos- ejemplos que se remontan, por lo menos, hasta Platón. No es de extrañar, pues, que las variantes de la enseñanza de la filosofía respondan, desde luego a las ideas pedagógicas imperantes -ellas mismas en relaciones complejas con la filosofía - pero fundamentalmente a las ideas profesadas acerca de la filosofía misma, a la «filosofía de la filosofía ». Un método como el ocasionalista no ha podido ser inspirado sino por la idea positivista o criticista de que la filosofía no es tanto algo aparte de las ciencias cuanto algo a que se llega pasando sin solución de continuidad desde los problemas y nociones de las ciencias hasta las cuestiones y supuestos que hay en el fondo de estos problemas y nociones . La enseñanza de un sistema del pasado o de nuestros días es la consecuencia de ideas acerca de la verdad de la filosofía en relación con su historia: mientras que hay quienes están convencidos de que la verdad ha sido descubierta y expuesta definitivamente por determinados pensadores del pretérito , otros piensan, más o menos consciente y fundadamente, que la verdad es en cada momento histórico propia de la filosofía producida en él . La inclusión de determinadas disciplinas en los planes de enseñanza de la filosofía o su exclusión de ellos están codeterminadas por las ideas acerca de la posibilidad o imposibilidad de estas disciplinas o acerca de su posición fundamental o central en la filosofía: así, la eliminación o la restricción de la metafísica y el favor otorgado a la psicología y a la teoría del conocimiento durante el predominio de las ideas psicologistas y criticistas antimetafísicas . Y en general y mucho más profunda y decisivamente, la inclusión de la filosofía en los planes de enseñanza responde a la convicción de su valor de ilustración y formativo, para la vida y salvador, convicción prácticamente universal -pero que no por ello deja de ser problemática de chistes cortos y buenos.
Análogamente, el auge en nuestros días de la enseñanza histórica y textual de la filosofía -como de la literatura y de otros sectores de la cultura -se debe, sin disputa, al historicismo de nuestro tiempo, todo un fenómeno típico y característico, al par, de este tiempo. Sin duda que desde los orígenes de la historia, peculiarmente unidos a los de la historiografía, los hombres de todas las edades y culturas han venido teniendo memoria, conciencia, saber históricos de antepasados y de sí mismos como sucesores de estos antepasados, destinados a pasar a ser antepasados de sucesores venideros. Mas parece que nunca esta conciencia histórica alcanzó las dimensiones ni tomó los caracteres y la significación de la propia de nuestro tiempo. Nuestra conciencia histórica se extiende hasta los tiempos prehistóricos humanos, y aún más allá, con la paleontología e historia de la tierra y la teoría de la evolución. Nuestro saber histórico da la vuelta al globo con las culturas que abarca. Nuestra historiografía no es historia de sucesos particulares políticos y bélicos, sino historia universal de la cultura humana. Las ciencias del espíritu o de la cultura, o ciencias humanas, son todas más o menos creación, cuando no de una escuela histórica de identidad precisa, del espíritu histórico general al siglo de esta escuela, están todas más o menos historizadas
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